Buscando ayuda psicológica para mi hijo en Pontevedra

Cuando uno se da cuenta de que su hijo necesita ayuda, es una sensación abrumadora. Esa preocupación constante, la observación de cambios en su comportamiento, en su estado de ánimo, en su forma de interactuar con el mundo… Para mí, la búsqueda de ayuda psicológica Pontevedra para mi hijo se convirtió en una prioridad absoluta. Sabía que no podía esperar, que su bienestar emocional era lo más importante.

El primer paso fue el más difícil: reconocer que necesitábamos apoyo externo. Uno siempre quiere pensar que puede resolverlo todo en casa, pero hay momentos en los que se necesita la visión y las herramientas de un profesional. Empecé a indagar, a preguntar a amigos, a buscar en internet, a leer reseñas. Quería encontrar a alguien que no solo fuera un experto en psicología infantil y juvenil, sino que también tuviera esa conexión especial con los niños, esa capacidad de generar confianza.

Recuerdo las primeras llamadas. Algunos gabinetes estaban saturados, otros no se especializaban en la edad de mi hijo, y algunos precios me parecían inalcanzables en un primer momento. Fue un proceso de filtrar y priorizar. Lo que más me importaba era la especialización en niños y adolescentes y que el enfoque terapéutico fuera adecuado para él. Me encontré con nombres de centros como Tear Gabinete de Psicología o Centro de Psicología Jano García, que aparecían con buenas valoraciones y parecían tener experiencia en los problemas que estábamos observando.

Finalmente, concerté una primera cita en un centro que me transmitió mucha confianza por teléfono. Fui solo, para poder explicar la situación con tranquilidad y que el profesional me diera una primera orientación. Esa conversación fue un alivio. El psicólogo me escuchó atentamente, me hizo preguntas muy pertinentes y me explicó cómo sería el proceso, adaptado a la edad y las necesidades de mi hijo. Me sentí comprendido y, por primera vez en mucho tiempo, vi una luz al final del túnel.

Las primeras sesiones de mi hijo fueron de adaptación, de juego, de construir esa relación de confianza con el terapeuta. Ver cómo poco a poco se abría, cómo empezaba a expresar sus sentimientos y a desarrollar herramientas para gestionar sus emociones, ha sido increíble. No ha sido un camino fácil, y hay momentos de avances y retrocesos, pero saber que mi hijo está recibiendo el apoyo que necesita en Pontevedra, por parte de profesionales que se preocupan genuinamente por su bienestar, me da una paz inmensa. Es una inversión en su futuro, en su felicidad, y no hay nada más valioso que eso.

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